miércoles, 29 de abril de 2009

Que Sensación más Hermosa...


Qué sensación más hermosa es sentirte cerca, rozando mi piel desnuda, besando mis labios. Como me quema por dentro sentir tu calor, tu aliento en mi cuello, tus manos recorrer mi cuerpo.

Me enamora dejarme sentir, entregarme a tu antojo, que hagas de mi lo que deseas, porque sé que siempre pensarás en mi, que placer es dejarme en tus manos, en tu cuerpo, mayor protección y seguridad jamás sentí a la vez que infinito deseo.

Como se libera mi cuerpo de la tensión, mi mente de la insinuada fuerza cuando me siento en tus brazos, es como volver a ser niña y sentirse en calma, protegida, sabiendo que no pasará nada, que todo está resuelto…




Me entrego a ti en cuerpo y alma en nuestros apreciados momentos, noto como mi cuerpo se abre a ti sin ningún miedo, expresando todo lo que deseo, todo lo que amo y siento.

Noto en tus ojos marinos, la calma del cielo cuando amanece un día radiante, la fuerza y excitación del mar en verano, tu deseo al observarme, tu pasión al pararte en mi, como se hace con las finas joyas que no resaltan a primera vista, que necesitan ser observadas detenidamente para calcular su valor.

Mi cuerpo te ansía porque sólo tú sabes tenerle, con la intriga de explorar sensaciones nuevas, se abre a ti con la mayor pasión, seguridad y deseo, que sensación más hermosa es sentirte en las manos de un hombre cuando le ofreces tu sexo y tu corazón por entero.

domingo, 19 de abril de 2009

El beso de Morpheo

Annie está sola en su cama, queriendo conciliar el sueño, cuando siente una presencia a su lado.

Tal vez hubiera debido asustarse por ello, pero su voz interior le calma diciéndole que no hay motivo de alarma. Es una aparición relajadora que le acaricia con suaves dedos, infundiéndole ánimos para que pueda descansar mejor.

El beso profundo de Morpheo la ayuda a relajarse y a sentir uno a uno sus músculos abandonar la tensión. Su respiración se aquieta, su cuello desvanece la contracción… y lentamente siente una cosquilla placentera recorrer su cuerpo.

Esa presencia imaginaria cobra vida a su lado. Morpheo susurra al oído de Annie que no tema, que está segura entre sus brazos, y ella le responde con una plácida sonrisa somnolienta.

Morpheo no sólo la besa en los labios. También besa sus dedos, uno a uno, sus manos, su frente, su nariz. Annie no deja de sonreír, abandonándose a esas sensaciones que le producen bienestar y placer. Siente que él está sólo para ella, y lo disfruta en cada instante.

Se siente elevar al cabo de unos momentos… una mezcla extraña de sueño y realidad la acomete al experimentar que Morpheo la posee con dulzura y pasión. Puede sentir en esa fantasía onírica su cuerpo entrando en el suyo, el fuego en el que está inmersa, regalándole éxtasis, paz y sosiego.

El sol de la mañana que se cuela por la ventana despierta a Annie. No puede distinguir con claridad lo sucedido aquella noche, pero siente que su cuerpo está vivo, en armónica saciedad.

Es entonces cuando eleva su plegaria, con una nueva sonrisa en su rostro: “Oh, Morpheo! Bésame cada noche con la misma pasión… Recórreme como sólo tú sabes hacerlo y no querré despertar nunca jamás!


jueves, 9 de abril de 2009

Buscando Tu Mirada




Siento tu mirada recorrer mi cuerpo, cada vez que entro en ese lugar, sé cuando te encuentras en el, desde el primer momento que cruzamos la mirada, te siento…

Me visto rodeándome de tu imagen en todo momento, antes de salir de casa, me preparo para ti, para tus ojos, tus deseos. Entro en el local acompañada de mis amistades y ya se que estás ahí… te siento, noto como mi cuerpo se vuelve sensual, como mis movimientos expresan deseo, mis ojos te buscan, aún sabiendo donde estás, allí se encuentran nuestras miradas, tiernas, a la vez del deseo que expresan, pero sin palabras, parece que todo se impregna de esa atracción que sentimos el uno por el otro, como si los minutos no pasaran, no habiendo mejor lugar en el que estar, ni mejores ojos con los que ser observada.

Siempre es así, alegría al llegar, tristeza al partir hasta el próximo encuentro. Hoy quiero cambiar eso, deseo rozarte, sentirte más cerca, como sé que tú también lo deseas…

La misma hora, el mismo día de la semana, el mismo lugar, los mismos ojos… pero esta vez algo cambió, observaba como esos ojos cada vez estaban más cerca de los míos, hasta que, por la cantidad de gente que nos rodeaba, pusiste tus manos en mis brazos y con la voz más sensual que jamás oí, me dijiste: “Disculpa” y pasaste de largo hacia la parte de atrás del local, ofreciéndome la sonrisa más maravillosa y ansiada.

Mi cuerpo aún sentía el calor de tus manos, el roce de tu cuerpo, note una excitación incontrolada, un deseo que no podía contener, mi cabeza sólo me decía “tengo que besarle”, cuando pude reaccionar, giré para ver si te localizaba y en ese impulso sin saberlo te encontrabas detrás de mi, lo cual hizo que perdiera el equilibrio y cayera en tus brazos sin remisión.



Ya fue la mayor pasión al sentir tus fuertes brazos rodeando mi cintura y susurrándome al oído “necesitaba sentirte más cerca”, nos fundimos en un beso apasionado, lleno de deseo, sin llegar a percibir a nadie más a nuestro alrededor, no se cuanto tiempo estuvimos abrazados y unidos por los labios, con nuestras manos explorando nuestros cuerpos, cuando noto una inmensa frialdad al ver como tu cuerpo se alejaba del mío, pero fue un instante en el que ni me percate del, porqué de ese alejamiento momentáneo, te volviste acercar a mi, y mordisqueando mis pezones ya descubiertos me subiste la falda y a mi sobre de la barra del bar, noté como te metías entre mis piernas, desnudabas mi excitado sexo y lo saboreabas, llenándome del mayor placer, dándote una entrega total y sin condiciones, cuando quise abrir los ojos vi que estábamos solos, que el local se encontraba cerrado, y ante mi cara de sorpresa me dijiste “soy el dueño, ese es mi porque de encontrarme siempre aquí” y ante esa mirada de deseo, con su lengua saboreando sus labios de mi sexo, no pude por más que decirle, “hoy yo soy tu dueña” tomé su miembro esplendoroso y viril y lo maneje a mi antojo, lo saboree, se lo di a conocer a mis pechos, hasta que lo introduje en lo más profundo de mi ser, sintiendo un calor que me desbordaba de deseo, cabalgué en el notando el mayor placer, como mis pezones eran saboreados y apretados con deseo por el hombre que tenía entre mis piernas, cuando lo mire consciente, me encontré, con un cuerpo que llamaba al sexo, unos ojos que me decían que no parara, un miembro, que palpitaba bruscamente dentro de mi, que belleza de hombre, con esos pensamientos llegamos juntos a la esencia final, como si jamás antes hubiéramos sentido deseo.

jueves, 2 de abril de 2009

Tarde de cabalgata



Nos reencontramos un cálido día de agosto, varios años después, cuando yo acababa mi día de trabajo. ¡Qué alegría sentí al ver que me llamabas! Estabas muy guapo con esas incipientes canas que apenas asomaban a tus sienes, como tenues hilos plateados.

En ese momento recordé la tarde en que salimos a cabalgar siendo muy jóvenes, con una ebullición hormonal que no nos permitió alejarnos demasiado debido al apuro que sentíamos por besarnos.

Apoyados en los gruesos troncos unimos nuestras bocas sedientas en un creciente frenesí. Estábamos enamorados y sentíamos que nada de lo que hiciéramos estaría prohibido, porque Cupido no cesaba de lanzarnos sus certeras flechas, animándonos.

Fue una pena que nos interrumpiera un jinete que por allí se había perdido. No me dio tiempo a abotonar mi blusa ni a acomodar mi revuelta cabellera. El brillo de nuestros ojos nos delataba, mas tuvimos el buen tino de señalarle rápidamente el camino para que pudiera marcharse y nosotros continuar con ese juego de seducción y placer.

Pocos días después de aquella cabalgata te marchaste a Versalles a culminar tus estudios superiores y ya no supe de ti... hasta este momento. La antigua explosión de sensaciones reapareció en un santiamén, mientras tomábamos un café riendo como antaño al contarnos lo sucedido durante esos años de separación.

Quisiera volver el tiempo atrás, quisiera amanecer desnuda entre tus brazos, quisiera que no estuviéramos ya comprometidos... ¡tantas cosas quisiera! Y en ese pensamiento las horas vuelan, y nosotros debemos seguir nuestros rumbos. ¿Te volveré a ver, amor de mi juventud?
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